Por Juan Pablo Becerra – Coordinador de Prevención
Vivimos en el planeta en el que la cantidad de Smartphone supera la población del mundo según el informe Anual Mobile Economy de la GSMA (Global System for Mobile Communications). A finales del 2017, la cifra de personas que usan un celular alcanzó los 5.000 millones. Somos la sociedad digitalizada del siglo XXI y no podemos negar que el celular se ha convertido en una extensión más de nuestro cuerpo.
Cada vez nos resulta más ameno comprar a través de aplicaciones, tener grupos con compañeros de trabajo y subir fotos de nuestra vida “privada”. Realizar actividades como buscar trabajo, llegar a una dirección especifica o hacer la compra de un tiquete ya no requiere ni siquiera de un computador.
Según Enric Puig y Rafael Aguelo expertos en el tema del uso de la tecnología, las redes sociales crean una falsa sensación de felicidad. A pesar de ser creadas para conectar y acercar a las personas, en realidad las aíslan y las alejan; esto hace que los adolescentes sean más vulnerables a ser adictos a los smartphones debido a que están debilitando el desarrollo de las habilidades interpersonales y les permite crearse una y miles identidades falsas en la virtualidad.
El problema de fondo depende más del uso que los seres humanos le damos a las nuevas tecnologías usándolos como nuestra plataforma para satisfacer el deseo interno que tenemos los humanos de ser reconocidos socialmente.
Como ocurre con las adicciones a las sustancias psicoactivas, las personas adictas a una determinada conducta (en este caso a las tecnologías) experimentan un síndrome de abstinencia cuando ésta no se puede llevar acabo, este síndrome se caracteriza por la presencia de un malestar emocional y físico significativo (tristeza, insomnio, irritabilidad e inquietud psicomotora).
Los riesgos de mayor importancia del abuso de las tecnologías son, además de la adicción, el acceso a contenido inapropiados (pornografía, violencia, mensajes racistas, incitadores al suicidio o al delito).
Las señales de alarma que denotan la dependencia a las nuevas tecnologías son las siguientes:
- Privarse de sueño
- Descuidar otras actividades importantes
- Recibir quejas asociadas al uso de la red por parte de alguien cercano, como los padres o los hermanos
- Pensar obsesivamente en la red y sentirse irritado si no está teniendo contacto digital
- Mentir sobre el tiempo real en el que permanece haciendo uso de la tecnología (red, videojuego)
- Alejarse de su pareja o área de ajuste social y/o reducir el rendimiento académico o laboral, tener estado de ánimo eufórico cuando se encuentra conectado o en contacto con la red.
La prevención para el uso de las tecnologías de información y comunicación hace que los adolescentes y adultos generen una responsabilidad bidireccional: los jóvenes pueden enseñar a sus padres en el uso de las nuevas tecnologías y redes, haciendo énfasis en su lenguaje y el alcance que éstas podrían tener.
Por otro lado, los padres deben enseñar a los jóvenes a usarlas en su justa medida. El objetivo de los educadores, y los padres es desarrollar en sus hijos la habilidad de la comunicación directa, física e intencional.
Referencia
García Merino, P. (2018). Los smartphones: La droga invisible del siglo XXI.
Echeburúa, E., & De Corral, P. (2010). Adicción a las nuevas tecnologías ya las redes sociales en jóvenes: un nuevo reto. Adicciones, 22(2), 91-96.