Consumo en colegios y universidades ¿Baja percepción del riesgo?

Alrededor de la dinámica relacional que se maneja a nivel nacional, departamental y regional, en relación al consumo de sustancias psicoactivas, existe de manera imperante la necesidad de conocer la incidencia de dicho patrón de conducta en la población Colegial y Universitaria. Motivo por el cual se desarrollan diferentes estudios transversales, longitudinales, de cohorte, descriptivos y correlacionales, que a su vez nos permiten conocer dicha información, de manera clara y pertinente según la confiabilidad que se requiere frente a los resultados de dichos estudios, con la finalidad de poder enfocar planes de prevención y tratamiento costo efectivos para la población en riesgo.

En lo correspondiente a la población Colegial y Universitaria, se desarrollan estudios en el marco de los niños, niñas, entre los 6 y 12 años, adolescentes entre los 13 a los 17 años, adultos jóvenes entre los 18 y los 25 años y por supuesto, sus familias, con el objetivo de brindar información relevante frente a la prevención en el consumo de sustancias psicoactivas, sus factores de riesgo y factores de protección asociados. (Ministerio de Salud y Protección Social y la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, UNODC, 2014-2021)

Lo anteriormente explicado implica un factor crucial, que debe ser abordado de manera inicial y que tanto las instituciones educativas como las familias se cuestionan, ¿Existe una baja percepción de riesgo sobre el consumo de sustancias psicoactivas en la población Colegial y Universitaria?

Para desarrollar dicho cuestionamiento demos inicio a reconocer lo referente a factores de riesgo frente al consumo, entendidos según el ABECÉ de la prevención y atención al consumo de sustancias psicoactivas (2014) como: “Las características o atributos individuales, familiares o sociales, que posibilitan o aumentan el consumo de sustancias psicoactivas. A nivel individual los factores de riesgo están asociados a baja tolerancia a la frustración, conductas agresivas, baja autoestima, entre otros; entre los factores familiares se encuentran: consumo de sustancias psicoactivas por parte de padres de familia o cuidadores, disciplina autoritaria, sobreprotección, falta de supervisión de los padres o cuidadores en las actividades de los hijos, violencia intrafamiliar, entre otros; entre los factores de riesgo social se encuentran: bajo apoyo de redes sociales, disponibilidad de las sustancias psicoactivas, uso de sustancias psicoactivas por parte de pares, violencias en el entorno escolar y social, entre otros” (ABECE, 2014)

Lo anterior presenta vital importancia para la población mundial y en este caso a la población nacional Colombiana, al reconocer los motivos por los cuales se puede incursionar en conductas de consumo de sustancias, y al entender estos factores podemos generar un sentido de empatía con aquellos niños y jóvenes que no solo muchas veces poseen baja percepción de riesgo hacia el consumo, sino que realmente no conocen otra solución o salida ante una sociedad que desde sus redes de apoyo primarias, como la familia y las redes publicitarias, promueve el consumo de las
mismas constantemente.

Según Trujillo, Vasquez y Cordoba en su artículo, Percepción de la funcionalidad familiar y el consumo de alcohol en adolescentes, en 2016, los adolescentes y niños son un margen poblacional vulnerable para desarrollar y aprender hábitos y costumbres que pueden representar un riesgo para la salud y replicarlos a pesar de conocer las diferentes consecuencias, debido a que la adolescencia, principalmente, es aquella etapa en el ciclo vital en la que se promueve la adaptación y flexibilidad de la dinamica familiar; por tanto es en esta etapa en la cual la percepción de los jóvenes sobre el funcionamiento de su red de apoyo familiar, influye en la adopción de comportamientos de riesgo, tales como consumo de sustancias psicoactivas, delincuencia, conductas sexuales de riesgo, entre otras.

Adicionalmente, a pesar de que la percepción del funcionamiento de la red familiar pueda ser diferente por parte del padre a la que tiene su hijo, es al hijo precisamente a quien afecta de manera directa y contingencial los cambios físicos, psicológicos y sociales que suceden de manera normal durante esta etapa del desarrollo, de tal manera que es altamente probable que exista una baja percepción de riesgo ante dichas conductas y sean juzgados socialmente sin conocer las vulnerabilidades que promovieron la adquisición de dichas conductas. (Trujillo, Vasquez y Córdoba,
2016)

Como respuesta a la premisa principal, se puede concluir que existe mayor probabilidad de que exista baja percepción de riesgo hacia el consumo de sustancias, lo cual preocupa a las instituciones al reconocer que la proliferación de información al respecto no es suficiente.
Lo anterior es más fácil de explicar al conocer que los efectos de las sustancias son valorados positivamente por la mayor parte de los jóvenes y son motivados por curiosidad ante los mismos (Becoña, 2000, como se citó en, Londoño y Vinaccia, 2005) y porque como factor motivacional secundario, prevalecen otros aspectos de corte social, que aluden a la aceptación que busca niño, adolescente o adulto joven, para promover un estatus de adulto; sin embargo, ninguna de estas explicaciones ha sido suficiente en lo que corresponde a este fenómeno multicausado (Londoño, Torres y Contreras, 2004, como se citó en, Londoño y Vinaccia, 2005)

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