Salud mental en jóvenes

Jóvenes colombianos

Hablar de salud mental en jóvenes hoy no es opcional, es una necesidad. Los datos recientes revelan una crisis silenciosa que atraviesa hogares, escuelas y comunidades. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y UNICEF (2021), más del 13% de los adolescentes entre 10 y 19 años padece un trastorno mental diagnosticado, y el 40% de esos casos corresponden a ansiedad y depresión. En América Latina, casi 16 millones de adolescentes viven con algún tipo de trastorno mental, lo que representa el 15% de esta población.

En Colombia, el panorama no es menos alarmante: la Secretaría de Salud de Medellín (2019) reportó que 1 de cada 25 adolescentes ha sufrido un trastorno mental, el 16% presenta síntomas de depresión y el 13% síntomas de ansiedad. Además, el 59% de quienes intentaron suicidarse tenían menos de 24 años. Estos datos reflejan la urgencia de fortalecer el acompañamiento emocional y la atención psicológica oportuna en esta etapa de la vida.

Factores que afectan la salud mental juvenil

Entre los factores más asociados al deterioro del bienestar emocional juvenil, el estudio destaca la falta de conexiones sociales significativas. Aunque los jóvenes están más conectados digitalmente, las interacciones cara a cara son cada vez menos frecuentes. Esto, sumado a la presión académica, la incertidumbre económica y las secuelas emocionales de la pandemia, ha incrementado los cuadros de depresión, ansiedad y aislamiento.

La pandemia de COVID-19, por ejemplo, intensificó las crisis familiares y redujo las oportunidades de socialización. Según UNICEF (2022), el 83% de los jóvenes entrevistados manifestó sentirse angustiado o agobiado por el estudio y el encierro prolongado. La falta de apoyo y de espacios de diálogo afectó gravemente su capacidad para gestionar el estrés.

Jóvenes colombianos
El papel de la familia y el trabajo social

La investigación subraya que la familia juega un papel fundamental en la salud mental de los jóvenes. Las relaciones familiares basadas en la comunicación, la empatía y la comprensión fortalecen la resiliencia emocional. En cambio, los conflictos no resueltos y la falta de información sobre salud mental generan distanciamiento y agravan los síntomas.

El trabajo social tiene aquí un rol crucial: promover espacios de diálogo intergeneracional, capacitar a las familias en estrategias de afrontamiento y reducir el estigma que aún persiste frente a la atención psicológica. Como se concluye en el estudio, fortalecer los vínculos familiares es clave para prevenir y acompañar los trastornos emocionales.

Un llamado a la acción

La salud mental en jóvenes debe dejar de ser un tema tabú. Invertir en programas preventivos, promover el acceso a servicios psicológicos y educar a las familias son pasos indispensables para construir una sociedad emocionalmente más saludable.

Cuidar la salud mental juvenil no solo mejora la vida de quienes atraviesan dificultades, sino que también fortalece el tejido social de nuestras comunidades.